Las axilas son probablemente la zona del cuerpo más depilada en la actualidad y es que precisamente este vello no resulta muy favorecedor. El vello en las axilas puede ser especialmente molesto y no sólo desde el punto de vista estético sino desde la perspectiva de la higiene. La presencia de vello largo y excesivo en las axilas contribuye a retener la humedad propia del sudor en la zona, lo cual favorece la aparición de malos olores y la proliferación de bacterias.
El método más común para el eliminar el vello de axilas ha venido siendo el rasurado con cuchilla dada su rapidez y la versatilidad que nos da este sistema para “hacer un arreglo” de manera rápida. Aunque no es oro todo lo que reluce, tras el rasurado el vello volverá a los pocos días y probablemente lo haga más fuerte, grueso y oscuro. Además, debido a la anatomía curva de la axila es fácil hacerse algún corte o rozadura.
Existen otros sistemas que cortan el vello de manera similar al rasurado con cuchilla como puede ser la crema depilatoria, pero caemos en la misma problemática: el vello volverá a nacer en unos días y no solo eso, al crecer este vello y romper la piel a su salida es posible que produzca cierto grado de foliculitis e irritación de la piel. Una vez el vello ha visto la luz, puede seguir creando irritación por fricción debido al movimiento de nuestro cuerpo y la anatomía plegada en la axila, pudiendo llegar a ser muy incómodo.
Las ceras, frías, tibias o calientes siempre han estado ahí y son un método válido pero no exento de producir la típica foliculitis post depilación, ni de la incomodidad del vello corto en la axila ya que se debe dejar crecer un mínimo para hacer la cera. Se trata de un proceso en bucle y repetitivo que nunca termina dado que el folículo sigue ahí y seguirá produciendo vello, muy a nuestro pesar.
Es por ello que depilar las axilas con láser es una solución permanente, mientras que otros métodos son parches temporales.